Dentro del Cipre Mexicano, sentía el marchar mucho más cerca. Sabía que estaban ahí, encima mío.
- Señor, la reina ha muerto. -
- ¡El reino es nuestro! - Reconocí esa voz de inmediato. - Busquen a la princesa y quiero a esa coneja rosa enjaulada para esta misma noche... -
- Pero señor... -
- ¡ES UNA ORDEN CACHORRO! - Demandó aquel jabalí con un fuerte ronquido. El marrano (apodo dado por Rea y Atlas en la noche del festival de final de la cosecha), se había vuelto fiel aliado de nuestro reino pero hace unas horas, había desafiado a la reina Johanna y había logrado tomarselo. Ahora con la reina muerta, ¿quién podría demandar justicia ante aquel comandante marrano vil, bufón y, ahora, ladrón?
De pronto, escuché otra voz:
- Señor, encontamos a la princesa Rea -
- ¡Ohhh! Y viene con la hija del primer ministro - Sus botas caminaron cerca al árbol. Estaban ya encima mío pero aún el can no me olía. - ¡REA! ¡ATLAS! ¡Qué hermosa sorpresa! -
- ¡Demando que me suelten, marrano traicionero! -
- Aquí las ordenes las doy soy yo, pequeña panda. - arruó mientras reía - verás panda, la reina Johanna guardaba entre sus posesiones un viejo baúl color azul, de aspecto antiguo pero muy vistoso... -
- ¡No sé de qué me habla! -
- Entonces no puedo soltarte panda. Además, la coneja irá tras al rescate de las tres y ella es exactamente, a quien necesito. -
Eso obvio que cuando decía tres se refería a Dione. No solo Rea y Atlas habían sido tomadas como rehénes, sino que nuestra osita parda hacía parte de quienes yacían en su poder.
- Eso sí, si quieres ver a la osita hermosa tienes que darme el baúl. -
- No sé de qué baúl me hablas, marrano. - La charla fue interrumpida:
- ¡Señor! Hemos encontrado huellas de conejo -
- No te hagas la inocente. Te daré hasta el amanecer para que me digas dónde lo ocultaron. Oficial Toro, lleve a las señoritas a sus nuevos aposentos. ¡Ustedes! ¡Vengan conmigo! Vamos a dar un paseo por el palacio. Cachorro, te daré a tí la misión más importante, ¡halla a la coneja! - Me preocupé más de lo que ya estaba. El can probablemente ya sabría dónde estaba pues había estado olfateando el lugar.
- Señor, ¿por qué es tan importante esta coneja? -
- Sus poderes nos llevarán al baúl -
- ¿Me está diciendo que debo encontrar a una hechicera? -
- Ella, mi querido soldado, es el hechizo - Cargó su arma y gruñó - ¡Vamos buenos para nada! - Rápidamente sus pisadas se esfumaron y cuando pegué mi oreja a la corteza del cipre, no escuché ruido alguno. ¿Dónde se abría metido el can? ¿Cómo sería aquel que debía enjaularme?
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